lunes, septiembre 04, 2006

Susto tras susto

La noche del viernes fue planeada estratégicamente para una buena diversión con Karaoke (la pata de la que mas cogeamos).

La noche comenzó susto tras susto, aunque no por ello dejó de ser una buena noche.

El primero: llegando a casa de Gil para darle los últimos toques de glamour a mi cabello, Jimmy y él llegaron con el cartón salido del bolsillo del primero. Lista Salí a hacer compañía, platicábamos entre cheves y llega una patrulla que casualmente paso desapercibida por todos menos por Vicky, tremendo susto porque todos con cheve en mano y ni pa´ donde arrancar. Encontré el escondite perfecto para las cheves entre las piernas de Vicky y la patrulla, que si vio claramente lo que hacíamos, se hizo ojo de hormiga y partió.

El segundo: ya en el 1900 y con una buena mesa para disfrutar la noche, arriba al lugar un tipo de tendencias sexuales muy pero muy dudosas, me atrevo a decir que ni siquiera dudosas “era Joto” y como el único hombre decente que iba con nosotros era Marquito pues que le hecha ojos y otras cosas que no vale la pena mencionar.

Lo bueno de esto es que el jotito sacó su paleta de calificación para aportar un 10 mientras yo cantaba con mucho corazón “La Diferencia”. Ello me levantó la autoestima de una experiencia poco agradable hace exactamente un año atrás en la Hacienda de Villa.

El tercero: Nos retiramos contentos y la mayoría ebrios. Me atrevo a decir que algo pasa con mi organismo hora que ando malita porque no tolero mas de 2 cheves así que era la única sobria de la noche, me tocó estar del otro lado y se siente gacho ir discutiendo con borrachos necios. Por el camino casi chocamos el Corsa del Jimmy, bueno el lo iba a chocar. Alcanzo a frenar de milagro, apestó a llanta quemada y mi corazón latía y latía fuertemente.

El cuarto: a la borracha de la noche se le ocurrió ir a visitar a Ale con una serenata (que maña de molestar gente con serenatas ¿No se le quita la maña mi amiga?) y al bruto de la noche hacerle caso y que la mamá de Ale se asomase por la ventana y despertara a Ale para ordenar que nos fuéramos, con toda la razón del mundo y, siendo yo la única sobria, tuve que aguantar la vergüenza.


A pesar de estos pequeños percances la noche, otra vez, fue genial. Nunca había visto en esas condiciones a Vicky y bueno, ya le tocaba.

Mientras una idea fugaz de charlar con el Innombrable, la esfumé como se espanta una el humo de cigarro. No me hubiese gustado terminar como muchas veces: “En el Buzón”.

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