De pipa y guante

El mismo jueves, después de la mala experiencia, recibí una invitación de mi buen amigo (jaja) Pedro para pasar una velada "diferente" a las que hemos compartido últimamente, claro, cada quien con su cada cual.

Duré como 4 horas en mentalizar que si me medía mi vestido muy probablemente no cabría en él, me corté el pelo, me bañé, me lo planché y todavía no lograba el proposito hasta que, faltando 30 min para que el Lic. Martínez pasara por mí, me atreví y si me quedó incluso mejor que hace 5 meses atrás.

El licenciado fué más que puntual, lo confundí con Gil, olían igualito, y eso no me motivaba mucho; digo, Gil es mi amigo y me provoca muchas cosas menos las que provoca Luis Edgar, al paso de la noche condicioné a mi olfato para que transformara los olores.

Camino a Candilejas estudiamos 5 de los ciento y algo artículos que el licenciado presentaría en examen al día siguiente, yo leía y él explicaba. Por supuesto que yo no estaba en posición de decir "estás bien" o "estás mal" porque no entendía ni media palabra de lo que leía (jaja), pero lo importante fupe mi disposición (creo).

Los niños compraron una botella para introducirla clandestinamente al salón, cosa que sorprendentemente les resultó, pero el gusto duró muy poco ya que se las cacharon los de seguridad y se las regresarían en la salida con un intercambio de $200 pesitos en la mano, mas caro que la misma botella y, por supuesto, no los pagaron.

Me dió miedo, creí que mínimo nos corrían y máximo nos llevaban a la cárcel por ebrios clandestinos; pero tomada del brazo de Luis Edgar me sentía segura y más aún cuando me dijo que ninguna de esas dos cosas podrían suceder, ahh cómo me tranquiliza ese hombre.

Me gustó la noche, tranquila, con sus momentos cumbre de riesgo, con unos cuantos pasos marcados en la pista, con lindas expresiones de cariño, con reencuentro de mis viejas amistades, con unas cuantas inconformidades por como actúan y no actúan mis amigas y con muchas pláticas que quedaron pendientes.