Despúes de mucho tiempo de ausencia, escribo otra vez. Me alejé de este espacio porque ultimamente la lectura ha sido mi prioridad y en ella, he encontrado cosas muy interesantes, cosas que me han ayudado a no ser "tan" todo: tan paranoica, tan creída (de que me creo todo), tan exigente, tan confiada, tan esperanzada a los demás, tan condecendiente, tan caprichuda, tan idealista pero hay un tan que hasta ahorita la sola lectura no ha podido mitigar; el ser tan perceptiva y tan sensible a lo que expresan los demás.
A lo largo de mi carrera se me ha repetido incontables veces que una no debe involucrarse en los problemas y sentimientos ajenos, pero, si no te involucras en ellos ¿cómo puedes, como psicóloga, ayudar en la resolución de la crisis?.
Esto es lo que me hace escribir hoy: Al llegar al hospital fuí directo a trabajar con la ansiedad de una niña que sería intervenida quirúrjicamente a causa de un tumor en un ovario, y a la que le prometí estar ahí antes de que se la llevaran a quirófano; esto no representeba mayor problema porque mi trabajo era reducir su ansiedad y lo hago todos los días, lo demás era pan comido para los médicos.
Lo malo empezó cuando al preguntarle a la mamá cómo iba la operación, ella, rompió en llanto, un llanto tranquilo pero impregnado de dolor y me dijo que la operación se había complicado, que el tumor resultó ser maligno, que tendrían que extirpar los dos ovarios y, lo peor de todo, que la vida de la niña corría peligro. Y ¿qué hice?, traté de buscar ayuda en mi cabeza, de recordar cómo y qué decir pero no encontré nada, me sentí tan mal por lo que pasaba y porque yo no podía articular palabra para ayudar, lo único que hice fué ofrecer mi ayuda para lo que se necesitara, hablar, llorar, acompañar...
Cuando salí del hospital, somaticé, camino al inglés me dió un fuerte dolor de cabeza y estómago, medio le platiqué a Ale, medio que me alivianó, pero me hacía falta algo más no era suficiente con decir "no te mortifiques", tenía suficientes ganas de llorar y, no se por qué, no podía hacerlo.
Llegué a mi casa y después de mucho pensar, lo único que logré fué dormir (otro de mis síntomas). Ya en la tarde me topé con mi asesora y además de arreglar unos problemillas administrativos, necesité contarle mi experiencia, ahí enfrente de ella si pude soltar mis lágrimas, sus ojos también se humedecieron, me entendió, sus palabras me consolaron pero no me dejaron muy tranquila que digamos. Me dijo que yo no podía hacer nada, mi función era estar ahí para que ella (la señora) hiciera catarsis, escucharla, ofrecer ayuda práctica, hacer contensión; esto fué lo que hice pero no estoy satisfecha; también me dijo que el dolor que yo sintiera debía aguantantarmelo en ese momento frente a ella, después ir con alguien, que estuviera dispuesto, a "escupirlo" (en sentido figurado), pensé y repensé quien pudiera ser, di con mi Mana pero no estaba, asi que sigo con este horrible sentimiento, por eso me permito hacer catarsis, aquí en mi refugio personal.
Y no sé tampoco lo mucho o nada que tenga que ver mi vulnerabilidad o mi predisposición a las cosas, tampoco han sido muy buenos días para mi, he derramado bilis en muchas ocasiones, creo que esto tiene que ver con mi vulnerabilidad a que las cosas me lleguen en mayor o menor medida según mi estado emocional, conciente estoy de que necesito una terapia personal pero hoy no existen los recursos suficientes para ello.
No se qué vaya a pasar mañana, no sé qué noticias me vaya a encontrar, lo que me queda es refugiarme en Dios, cuando las opciones humanas se terminan, cuando las esperanzas de los hombres no dan para más, siempre está Dios antes y después de todo esto.